Modelo neozelandés de juguetecas aterriza en Chile
Inspirada en un modelo neozelandés, dos chilenas crearon una fundación que debutó este mes y que tiene como objetivo intercambiar juguetes usados para evitar compras excesivas y promover el sentido de comunidad. Un software maneja el inventario y es clave.
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Democratizar el acceso a los juguetes fue lo que las hermanas Magdalena (40) y Loreto (38) Lustig quisieron proyectar cuando crearon la fundación sin findes de lucro Comunidad Juguete. Su convicción es que todos los niños y niñas debiesen tener productos de calidad y que, además se compartan y reutilicen aportando así al sentido de comunidad y al medio ambiente.
“La idea es que los niños sean conscientes de que tienen deberes y derechos”, señala Magdalena, quien es ingeniera civil de la UC y prepara un proyecto relacionado a unas cafeterías.
“La primera vez que conocí la idea de las “toy libraries”, juguetecas o bibliotecas de juguetes fue en un viaje a Australia en 2016. Conversando con una neozelandesa, me contó que sus hijos tenían sólo dos juguetes -sus favoritos- y nada más”. En ese país, señala Magdalena, el concepto de colectividad, economía circular y reciclaje está incorporado hace décadas. “En esos países tu comunidad no se trata sólo de la familia y los amigos, ésta abarca a todos y por eso resultan estas iniciativas”, añade Loreto, actriz de la Universidad Finis Terrae.
Después de darle vueltas a la idea y compartirlo con su familia y amigos, a mediados de abril de este año decidieron implementar un piloto en el jardín infantil “La Rueda” que Loreto tiene en Providencia y que por la cuarentena estaba cerrado. “No nos fue bien porque la gente no podía salir de las casas y tenía mucho temor del contacto físico”, comenta la artista.
Sin embargo, decidieron no aflojar con la idea y dadas las condiciones sanitarias, optaron por reforzar el concepto de una comunidad que compartiera y que se relacionara de manera sustentable entre sí. Y, decidieron partir con los niños.
Fue así como los primeros días de diciembre materializaron la idea con el nombre de Comunidad Juguete y se instalaron en IF Blanco, un cowork en la comuna de Recoleta.
Para acceder a la jugueteca, hay que inscribirse en el sitio web de la fundación donde reciben las directrices del funcionamiento de la organización. Existe una inscripción mensual de $4.000 pero varía dependiendo de los recursos de las familias según las comunidades donde se instalen. Luego, los niños tienen la posibilidad de elegir productos de entretención de calidad y llevarlos a sus casas por dos semanas. Cuando el periodo termina, deben devolverlos y tienen la opción elegir otros materiales.
Un software maneja el inventario de los más de tres mil juguetes disponibles y va calificando al usuario -a través de caritas felices o tristes- el cuidado que se le dio al juguete con el fin de fomentar el uso responsable. “En tiempos de Covid se hace más evidente la importancia de vivir en comunidad y de respetarla”, apuntan.
La fundación funciona instalando la “jugueteca” -una casa modular donada por Arauco- en la comunidad que lo requiera por un espacio de tres horas. “Nuestro plan es ubicarnos en puntos estratégicos donde haya bastante flujo de gente, como afuera de un supermercado, del Metro o de una feria”, señala Magdalena. Hoy están funcionando en el horario de las ollas comunes -de 11:00 a 13:00- de Recoleta, pero ya las llamaron de la comuna de Chicureo, Zapallar, Llanquihue y Puerto Montt.
El acopio funciona a través de donaciones de juguetes en buen estado que se entregan en la sede de la organización. Por su parte, una multitienda les donó 2 mil juguetes. Otra forma de colaborar es convirtiéndose en voluntario, tanto para preparar o reparar juguetes, como para atender. El centro de alumnos de pedagogía de la Universidad de Los Andes lidera el equipo de voluntariado.
“Esperamos que municipios grandes se nos sumen a la idea de darle a todos los niños un acceso igualitario a la entretención alejada de las pantallas”, concluyen las socias.
Las fundadoras están esperanzadas en que este modelo -sin fines de lucro- va a agarrar fuerza en nuestro país. En el mundo hay una asociación que reúne a más de 10 mil de estas juguetecas y sólo en la ciudad de Paris hay 260. “Esto se explica porque los espacios en las grandes ciudades son muy estrechos y en Chile los guetos verticales son prueba de ello”, concluye Magdalena.